miércoles, 24 de febrero de 2016

DIEGO, OTRA VÍCTIMA DEL ACOSO ESCOLAR


 
Las muertes por acoso escolar se cuentan ya por miles
 
 
 
«Papá, mamá... espero que algún día podáis odiarme un poquito menos. Yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir»

Fueron las últimas palabras que escribió el pequeño Diego, de once años, antes de arrojarse desde la ventana de su habitación. Tras el trágico suceso surge de inmediato una cuestión: ¿por qué? ¿Qué lleva a un niño de esta edad a desear morir? Anteriormente el niño ya había denunciado el trato vejatorio que sufría por parte de otros alumnos en el centro de Nuestra Señora de los Ángeles (Madrid), que incluía insultos, asilamiento, amenazas e incluso la utilización de redes sociales. Esto nos conduce a otro "porqué" mucho más difícil de comprender, sobre todo por el veneno tan absurdo y terrible que encierra su respuesta. Comprender que el hombre es alimento para el hombre resulta difícil, pero cuando hablamos de niños, la dificultad se dispara hasta lo imposible. Igual de difícil es entender la actitud de muchos padres o del propio profesorado. Recordemos si no el caso de la pequeña María, alumna del mismo centro, que también intentó suicidarse por el acoso de sus compañeras en el año 2010, y que contó a un diario: «Los profesores dejaban que otras niñas me pegaran porque decían que eso me haría más fuerte». O el del propio juzgado, que considera insuficientes las pruebas de acoso hacia Daniel y no ha dudado en archivar el caso y olvidarlo. Otros muchos niños seguirán siendo torturados en los colegios, otros tantos optarán por quitarse la vida, pero ninguno aprenderá a respetarla, y no lo harán porque carecen de ejemplo, tanto en los colegios como en su propia casa. Descanse en paz, Diego.